La Sarcopenia o síndrome de “anciano frágil”, es la pérdida degenerativa de masa y potencia muscular a causa del envejecimiento. Cerca de un tercio de la masa muscular se pierde con la edad avanzada, lo que supone mayor riesgo de lesiones, caídas y fracturas importantes siendo una de las más características la “rotura del cuello del fémur”, imposibilitando la movilidad hasta un reemplazo total de la cadera con una prótesis.
Se sabe que entre 20 y un 52 % de la población padece sarcopenia a partir de los 80 años de edad, ya que en la médula espinal se produce una pérdida de unidades motrices alfa. Las motoneuronas (células del sistema nervioso situadas en el cerebro y en la médula espinal cuya función es la de producir los estímulos que provocan la contracción de los diferentes grupos musculares del organismo) envían información a los músculos esqueléticos desde el cerebro y son imprescindibles para las actividades cotidianas que precisan contracción muscular: andar, hablar, mover las manos y en general todos los movimientos del cuerpo.
La reducción de testosterona y estrógenos que acompaña a la vejez aceleran la pérdida de masa muscular. La hormona de crecimiento también se ha implicado en la pérdida de masa magra corporal. El diagnóstico de sarcopenia no es sencillo, debido a la falta de disponibilidad de los métodos más fiables para medir la masa muscular.
El envejecimiento, como acontecimiento biológico natural, provoca a su vez una degeneración neuronal que concluirá, desafortunadamente, en una dependencia funcional de otras personas. Como consecuencia de las severas implicancias que este fenómeno de incapacidad genera, se viene prestando una especial atención al entrenamiento de la fuerza como el mejor medio para controlar la pérdida de la musculatura.
En el caso de las mujeres, la fuerza es aproximadamente un 56% de la de los hombres, y esto se refleja en la masa corporal. La reducción de fuerza por edad es mayor en los hombres, pero en términos relativos, las mujeres pierden más fuerza que los hombres. Por ello se dice que “el envejecimiento de las mujeres es más desventajoso”, lo que implica más riesgo de osteoporosis.
Las conductas relacionadas con el estilo de vida, como malos hábitos dietéticos, inactividad física o consumo de tabaco, además de factores genéticos, influyen en el desarrollo de la sarcopenia. Los cambios hormonales y de citoquinas relacionados con la edad también desencadenarán el estrés oxidativo.
Los principales factores que la provocan son:
- La inactividad: Causa una importante pérdida de fuerza y masa muscular a cualquier edad. El sedentarismo provoca más grasa corporal y menor masa muscular, sobre todo en mujeres.
- Factores musculares: El desgaste que se produce con el paso del tiempo debido a una reducción del número de células musculares (masa muscular).
- La pérdida de función neuromuscular: Provocada por la pérdida de axones de las alfa-motoneuronas, afecta principalmente a las extremidades inferiores puesto que para llegar hasta allí los axones tienen que ser más largos.
- Factores del sistema nervioso central: A medida que una persona envejece pierde progresivamente unidades motoras de la médula espinal, y esto causa atrofia muscular.
- Alteraciones endocrinológicas: Los cambios hormonales relacionados con la edad también tienen un papel importante. Se ha descrito una mayor resistencia a la insulina, siendo ésta menos efectiva en la célula muscular de una persona anciana. Además, hay una pérdida progresiva de los estrógenos con la edad y especialmente con la menopausia.
- Pérdida de peso: Incrementa el riesgo de desarrollar la atrofia muscular ya que, cuando un anciano pierde peso lo hace a expensas de masa muscular más que de tejido graso.
- Disminución de los niveles de testosterona. En los hombres, la testosterona juega un papel clave para el incremento de la masa muscular. En la edad avanzada disminuyen notablemente. La testosterona es esencial para la salud y el bienestar y como también para la prevención de la osteoporosis.
- Influencia genética: Se estima que entre un 36 y un 65% de la fuerza viene por la herencia, así como las exposiciones ambientales en el inicio de la vida.
- Bajo aporte nutricional: La anorexia del anciano, en parte debida a la progresiva pérdida del olfato y gusto relacionada con la edad reduce el aporte proteico. En muchos casos otras enfermedades como la depresión que causan una disminución de la ingesta. En ancianos se necesita un aporte extra de aminoácidos, especialmente esenciales.
Prevención de la sarcopenia.
Lo mejor para prevenir la sarcopenia es mantener una actividad física adecuada, realizando ejercicios para potenciar la musculatura. Está comprobado que este tipo de ejercicios generan un incremento de la masa y la potencia muscular en los ancianos.
Diversos programas de entrenamiento en ancianos han demostrado un aumento de entre el 30 y el 170% de su potencia muscular, lo que tiene importantes efectos positivos: mayor capacidad para caminar, para subir escaleras y, por lo tanto, mayores posibilidades de continuar siendo independientes físicamente.
La ingesta de proteínas es otro elemento fundamental para lograr una adecuada masa muscular en la juventud, lo cual facilitaría su mantenimiento hasta edades avanzadas. También un buen aporte de calcio desde la infancia ayuda al desarrollo de una densidad ósea excelente.
También un incremento de ácidos grasos omega-3 (con acción antiinflamatoria) y de carotenoides (como antioxidantes) podrían ayudar a combatir la sarcopenia, al ser menos sensibles a los efectos de los aminoácidos esenciales, especialmente la leucina.
Se han ensayado diversas estrategias para el tratamiento de la sarcopenia: administración de testosterona, hormona de crecimiento, tratamiento nutricional y ejercicio físico. De todas las alternativas terapéuticas, sólo el ejercicio físico de resistencia ha demostrado eficacia en incrementar la masa muscular esquelética, combinado o no con suplementación nutricional.
En cualquier caso, ¡siempre supervisada por expertos Fisioterapeutas!