El mismo dilema dos veces por año: en verano el tema es el aire acondicionado; en invierno, los problemas los da la calefacción. Poniéndonos en situación, en esta época del año, la primera medida para luchar contra el frío es subir el termostato. Pero ¿realmente ganamos la guerra?
El contraste de temperaturas entre la calle y los establecimientos puede ocasionar rinitis, catarros y aumento en la producción de mucosa. No podemos controlar las temperaturas de locales, establecimientos o casas ajenas, pero sí actuar desde casa, donde habitualmente pasamos más tiempo, evitando crear un contraste exagerado de temperaturas. Nuestra primera recomendación es que mantengamos el termómetro apuntando hacia los 20o-25o. El punto intermedio sería lo más aconsejable (22o-23o).
Ahora viene la pregunta más habitual: “Si voy bien abrigado fuera de casa y visto mucho más fresco cuando estoy dentro de ella, ¿también me afecta el contraste de temperatura?”. El frío o el calor se siente en cada centímetro de piel, no importa que una gran parte del cuerpo esté cubierta: el frío o el calor se notan y el cuerpo reacciona a ellos. El hombre mantiene una temperatura constante entre 36-36.5oC, lo que requiere de distintos mecanismos metabólicos, vasculares y cutáneos, que trabajan conjuntamente para almacenar o perder calor en función de la temperatura ambiente.
Así como en situaciones de calor extremo el cuerpo responde con una vasodilatación periférica, sudoración abundante (para refrescar el cuerpo), pérdida de agua y electrólitos a través de la piel (por la mayor y más rápida necesidad de hidratar el cuerpo y la evaporación), con el frío sucede lo contrario. Las bajas temperaturas intensas provocan que los vasos sanguíneos se contraigan, lo que acelera la velocidad de circulación de la sangre para conseguir llegar más rápido a todas las partes del cuerpo.
Ahora imagínate que estás constantemente cambiando las instrucciones al cuerpo: ahora dilata y circula a menor velocidad, ahora contrae las vías sanguíneas y sube la temperatura del cuerpo, ahora vuelve a dilatar, enfría el cuerpo y circula de nuevo más despacio.
Nuestro cuerpo es inteligente, pero los contrastes muy marcados le hacen daño, le exigen mucho esfuerzo. Por eso, es recomendable que nos abriguemos bien al salir a la calle, pero al entrar en un lugar más cálido debemos tratar de no cambiar tanto las sensaciones térmicas.