Ayer, viernes 13, no tuvo que ser un buen día para supersticiosos y film-adictos. Esta antigua superstición fuertemente arraigada a nuestra cultura, llega a considerarse, hoy en día, una enfermedad (triscadefobia) sufrida por aquellas personas que muestran un miedo irracional a este número. Sin duda, poco bien les haría la película de Sean S. Cunningham, o la re-versión de Marcus Nispel, sobre las atrocidades del enmascarado Jason Voorhees en el campamento Crystal Lake.
Pero basándonos en explicaciones más plausibles, que se remontan a muchos años, incluso siglos, atrás, intentemos explicar por qué el número 13 parece ser la representación del mal y la mala suerte. La más común hace alusión a la Última Cena de Jesucristo, en la cual participaron 13 personas y que concluyó con la crucifixión del hijo de Dios.
Esta historia es un referente más antiguo en la mitología nórdica de la era pre-cristiana, cuando en un banquete en el Valhalla fueron invitados doce dioses. El espíritu de la pelea y el mal, Loki, se coló en ella y la cena finalizó con la muerte de Balder, el favorito de los dioses. Otros, sin embargo, señalan al código de Hammurabi, en cuya lista se omite este número debido a que existen trece espíritus del mal.
Es curioso que, debido a esta popular creencia, sean muchos los ámbitos en los que el 13 no es bienvenido, ni hay rastro alguno de él. Por ejemplo, en la Formula 1, las líneas de metro de Madrid, en Francia donde el 13 no se asigna a ninguna dirección, en la lotería nacional de Italia, inexistente en las filas de asientos de las líneas aéreas internacionales, o en Estados Unidos, donde los rascacielos y departamentos dan al piso que sigue al 12 el número 14.
También es curiosa la historia del buque HMS Friday (“Friday” es viernes, en inglés). Surgida en el siglo XVIII, cuando la marina británica intentó eliminar las supersticiones relativas al día viernes 13. Se mandó rebautizar a un buque con el nombre de HMS Friday. Complementariamente, se designó a un capitán llamado Jim Friday, la tripulación fue reclutada un viernes, la quilla se armó otro viernes y un viernes 13 la nave fue botada. Lo más interesante, y casual, es que jamás volvió a saberse del barco o su tripulación.
No obstante, en otros lugares del mundo es símbolo de buena fortuna. Aunque ningún estudio científico avala la certeza de las creencias en torno al número 13. En ningún caso apremia a la mala salud. Como es el caso de Richard Wagner, quien nació en 1813, cuyas cifras suman 13, la suma de las letras de su nombre y apellido son 13, compuso 13 óperas y falleció un día 13.
A pesar de su estrecha relación con este número vivió durante unos largos 70 años, que para la época era mucho, y compuso algunas de las más bellas obras musicales como la Cabalgata de las Valquirias, El Oro del Rin, Sigfrido o Tristán e Isolda. ¡Una suerte! Porque, como bien se dice, “la música es buena para el corazón” y gran remedio para mejorar la salud.