El día 14 de noviembre es el Día Mundial de la Diabetes. Existe mucha confusión o generalización sobre la enfermedad de la Diabetes. La mayoría de la gente cree que, básicamente, consiste en no comer dulces. No obstante, quienes la padecen tienen que mantener a raya más aspectos que la gula.
Para sacar de dudas, haremos una breve exposición sobre qué es la diabetes y en qué consiste. Se trata de un trastorno metabólico caracterizado por una baja producción de la hormona insulina. Esto obliga a administrarla por vía intravenosa. Se manifiesta por unos niveles de glucosa en sangre por encima de los límites habituales.
La glucosa es un azúcar que proviene de los alimentos que comemos, el cuerpo la utiliza para obtener la energía necesaria para desarrollar cualquier actividad (física o mental). Si el control de la glucosa no se trata adecuadamente, los niveles de la misma alcanzan valores excesivamente altos, dando lugar a complicaciones. Algunos de los síntomas de la diabetes son: exceso de emisión de orina, mayor necesidad de comer, incremento de la sed y pérdida de peso sin motivo aparente.
Existen tres tipos de diabetes (diabetes mellitus): tipo 1, tipo 2 y diabetes gestacional (tiene lugar durante el embarazo). Esta enfermedad puede afectar a diferentes órganos, tejidos y funciones vitales del cuerpo del paciente. Los daños van desde disfunciones oculares, nerviosas, sanguíneas o del riñón, hasta complicaciones crónicas debidas a un control inadecuado de la enfermedad que generan problemas cardiovasculares y agravamiento de las disfunciones en los órganos antes mencionados (ojos, nervios, riñón y vasos sanguíneos).
Esto obliga al paciente a mantenerse alerta 24 horas al día, durante los 365 días del año. En muchos casos, despertarse con un pinchazo de insulina, comer cuando no se tiene hambre, dormir oficiosamente las horas debidas, limitar la actividad física que pueda provocar un descenso brusco de la glucosa, vivir pendiente de la bomba de insulina, conocer a la perfección sus necesidades de nutrición, beber a media noche y acostarse con un nuevo pinchazo de insulina, puede ser un resumen de un día normal en la vida de un diabético.
Estas personas necesitan comprensión y consideración por parte de la sociedad. No obstante, no hay que tratarlas como víctimas. No se trata de darles un trato especial, sino de tener en cuenta que tienen necesidades excepcionales y, por lo tanto, hay que tenerlas presentes. Pero un diabético, salvo en las ocasiones en las que deba ser más comedido, con razón de su enfermedad, puede llevar una vida normal, feliz y satisfactoria.